Comenzamos la semana, con las mismas fuerzas e intensidad con la que trepa hasta su rama un perezoso.
El fin de semana ha sido un tanto peculiar podríamos definirlo así, y después de ver las fotos de Cayetana de Alba en la playa deambulando igual que un walking dead ha cambiado por completo el curso de los acontecimientos.
Tras finalizar mi jornada teleoperadorística matinal me fui directo a casa para poder desnucarme en la cama, al llevar varios días durmiendo menos horas que Juan Valdés no me quedé dormido, más bien perdí el conocimiento para entrar después en un coma profundo.
Llega la noche y por tanto el momento de irse al pluriempleo, me deja bastante alucinado ver que prácticamente no se ve a nadie por las calles, el caso es que todo el mundo se queja de la crisis económica, pero todo el mundo se marcha de vacaciones, aunque sea al pueblo, que me da lo mismo, que allí uno también se gasta los dineros.
Es muy curioso que estas tiendas de los pueblos tienen de todo, sin ir más lejos yo conozco una que, es tienda de alimentación, droguería, estanco e incluso en la actualidad es la farmacia del pueblo también, nada más le falta prestar servicio de taxi y ser punto de interés turístico, ¡qué barbaridad!que forma de monopolizarlo todo hijos míos.
Así pues la noche del viernes pasó sin pena ni gloria, con el bar más vacío que la nevera de Ally McBeal la noche se hacía no larga sino eterna.
Ya casi a última hora se acercan dos chicas y piden un par de copas, una de ellas me llama y me pregunta que si es normal que el bar esté así de vacío, a mi me dan ganas de decirle que es un simulacro de evacuación, pero como me cae bien le comento que es Agosto y la gente se marcha a los pueblos y a la playa.
No tardan ni diez minutos en marcharse sin tomarse ni las copas, me comentan que no se sienten muy cómodas rodeadas de avatares, miro al rededor y me doy cuenta de que en realidad tienen razón la media de edad roza los cincuenta con lo cual es comprensible que se sintiesen como un pastel de chocolate al que un niño mira babeando desde el escaparate.
El viernes fue tremendamente aburrido, hice mi doblete en el bar para pasar después a la discoteca donde ya fue la muerte en vida, en realidad es un agobio trabajar cuando no hay gente, ocho horas metido detrás de un trincheraa de alcohol moviéndote menos que Epi y Blas en un velcro... pues como que no es muy recomendable.
Y llegó el sábado, paso la mañana con mi hermana haciendo unas compras y después una odisea para encontrar las llaves de mi casa que me tuvieron toda la tarde de arriba para abajo hasta que por fin pude dormir una pequeña siesta.
Y llegá el motivo del cabreo de mi fin de semana, aparecen a primera hora en la disco dos personajes que ya de por si llamaban bastante la atención, me piden un par de cervezas y por ser temprano les invito a la segunda consumición, se ve que ellos muy agradecidos deciden pagarme con un billete de cincuenta euros más falso que Judas.
Billete que me voy a comer yo, pues la tradición marca que aquel al que le cuelen un billete de este tipo, se lo come con patatas, y por tanto así será.
Así que la rabia que me asalta desde el sábado no la puedo explicar, porque te sientes impotente sabiendo que alguien te ha engañado, y sabiendo incluso quien ha sido no puedes hacer nada para remediarlo...
¡¡Malnacidos!!
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