¡Cómo han cambiado los tiempos!
Que lejos han quedado los tiempos en
los que uno se iba al pueblo a pasar el fin de semana, ahora somos mucho más
pijos, ahora irse al pueblo es ir a hacer "turismo rural".
Lo que si es cierto es que los pueblos son fuente innata de miles de
anécdotas y costumbres propias. ¿Quién no se ha sorprendido nunca en un pueblo?
Para empezar, si tú no eres de ese pueblo ya de entrada te sientes como en
el salvaje oeste, porque automáticamente se te conoce como "el
forastero".
Y si eres de ese pueblo comienza las preguntas típicas.
- ¿Tu eres el hijo de la
Juana la del tío Nemesio?
Que entre otras cosas te hace preguntarte, si sabes quien soy ¿para que coño
me lo preguntas?
-¿ Is venío todos? (Esto viene a querer decir ¿Habéis venido todos?)
No, yo me he quedado en casa ¿no me ves?.
Otra de las cosas que me sorprende en los pueblos es la obligación moral que
tienes de saludar a todo perro pichichi que te vas encontrando por el camino, y
pobre de ti si no saludas, porque se te viene encima una cruz de estúpido que
no te la sacan ya ni con agua hirviendo. Algunos de estos saludos son:
- Bueno...
- Taluego.
- Eee. Este probablemente sea uno de los más utilizados, pero siempre que se
utilice esta forma de saludo se tiene que levantar la cabeza al expresar el
"Eee" inclinándola un poco hacia atrás.
Algo que se le da muy bien a la gente de pueblo es preguntar evidencias. Me
explico. El susodicho va caminando por la calle y pasa por delante de la vecina
que está fregando el suelo de rodillas con un cepillo:
- Eeee Olegaría, ¿Qué, fregando?
No mira hijo, es que es de tensión baja y se ha mareado la mujer, no te
jode.
También existe el fenómeno indicador de dirección. Vas subiendo la calle
dirección al bar y tu vecino te pregunta:
- Bueno, ¿Vamos p'arriba?
Pero no acaba ahí la cosa que cuando ya estás de regreso y vuelves a pasar
por delante de él te suelta:
- Bueno, ¿Vamos p'abajo?
Y tu te quedas pensando... ¿Tu eres el más listo del pueblo no? Igual es el que doblaba a Coco en Barrio Sésamo.
Uno puede ser de buen comer, pero realmente hasta que no vas un día a un
pueblo tu no eres consciente de lo que significa comer hasta reventar. Lo más
probable es que, aprovechando tu visita, se haya matado un cordero, un chivo
por si no te gusta el cordero, se hayan pelado unas gallinas (tanto para el
caldo o la sopa que te vas a meter en el primer plato) y estás de suerte porque
ayer mataron un jabalí y tienes que probarlo.
Cuando ya estás apunto de reventar, todavía te sacan un poco de liebre, unos
pichones que nacieron la semana pasada y por si te quedabas con hambre, a modo
de postre te ponen en la mesa el plato de "la matanza" en la que no
puede faltar, su jamón, chorizo, salchichón, lomo y todo ello en cantidades
industriales.
- Tu no te quedes con hambre, ¿eh?, a ver si vas a ir tu casa diciendo
que no te hemos dado de cenar.
Llega el momento del postre y empiezas a preguntarte si esta gente son
mayoristas cuando ves llegar a la señora con un perolo de 10 litros de natillas. Y
claro, cuando ve que del asombro tus ojos empiezan a salírsete de las cuencas
aún te suelta:
- Oye hijo, no te vayas a quedar con hambre que te frío unos huevos en un
momento, que no me cuesta nada.
Justo cuando ya te están entrando sudores fríos y comienzas a visualizarte
poniéndote enemas como Falete, toca bajar al bar a jugar a las cartas, más
conocido como "echar la partida".
Todos los señores del pueblo, una vez que comen y acaba "el
parte", (que es como se conoce al telediario y no confundir con "la
gaceta" que esto no es el periódico del pueblo, sino el nombre que se le
da a la más cotilla del lugar), se reúnen en la tasca para jugar cartas, también
denominado "juegar a las cartas".
Es muy importante que el juego sea
siempre el tute, porque cada vez que tu vayas a echar una carta debes
reventarte los nudillos contra la mesa de tal forma que el sonido se deje oír
en todo el bar. Algunas de las frases que escucharás además de cagarse en el de
arriba unas trescientas veces son:
- Las cuarenta... y las diez de monte....Arrastro, el culo contra un
carrasco.
Cuando llegue la noche, después de que una vez más hayan tenido lugar la
bodas de Caná de Galilea y se hayan multiplicado los panes, los peces, los
tostones y cabritos dará lugar el Sálvame de Luxe rústico. Este fenómeno se
conoce como "tomar la fresca" y consiste en que todas las viejas
salen a la puerta de casa con su correspondiente silla a poner verde a medio
pueblo y a debatir temas del corazón si esa noche no hay ningún traje que
cortarle a nadie.
Uno no tiene un notición que aportar al resto del elenco si la frase no
comienza por: -Oyoyoyoyoyoyoyoy...
Hace años me resultaba muy gracioso cuando en los pueblos aún se leían los
comunicados a voz en grito mediante la figura del alguacil [aguací]. Este señor
se dedicaba a ir de barrio en barrio del pueblo haciendo sonar un cuerno y
transmitiendo la palabra del alcalde al grito de "En nombre del señor
alcalde, se hace saber...", ahora esta figura la ocupa Belén Esteban.
Y aunque la vida en los pueblos por lo general es bastante monótona, la cosa
cambia cuando al menos un día a la semana llega la novedad al pueblo. Los
centros comerciales agrarios, es decir, los mercadillos. Todas las señoras se
enjoyan para ir a comprarse las bragas de "a euro" con sus mejores
galas.
Solo en un pueblo se puede coger el "coche de línea" (autocar)
para ir a la ciudad, probablemente al dotor o a la practicanta, matar
micobrios, comer mondarinas, almóndigas o cocretas...
Por si alguien no lo ha vivido en sus carnes, también existe la costumbre en
todas las villas de hacerte quedar como el tonto del pueblo.
Tu estás todo emocionado porque es la primera vez que vas a ver en directo
una matanza, que no es otra cosa que matar a un cerdo y transformarlo todo en comida para
que luego el resto del año te hagan engullir hasta reventar.
Pues bien, en la matanza, hay una fase en la que se elaboran los chorizos y
salchichones, que contado así en plan Teletubi consiste en meter una tripa por
un tubo del que sale carne y atar la tripa a ambos extremos con cuerdas. Pues
es en este momento cuando siempre alguien tiene la genialidad de joderte a ti,
y deciden mandarte en busca de la máquina de hacer farinatos a casa de alguien.
Pues tu envalentonado te plantas en casa de esa persona que te da un saco y te dice que no tiene todas las piezas, y te mandan a casa de otro a buscar el
resto de las piezas, éste mete algo más en el saco y te manda a casa de otro,
así hasta que tu ya no puedes ni con los huevos de lo que pesa el saco, saco
que precavidamente va atado con una cuerda que está más apretada que un pedo en
misa.
Asi que te plantas allí con tu saco tamaño Rex y cuando ves a todo el mundo
mearse de la risa, abres el saco y ves que en el solamente hay basura, palos o
cualquier estupidez que tu has cargado durante casi una hora, enhorabuena, desde ese
momento te has convertido en el tonto del pueblo.
Y así es el turismo rural, ese mundo místico lleno de enigmas que yo aún no
comprendo, como por ejemplo ¿por qué en todos los pueblos cuando ya han
construido un frontón quieren hacer una piscina? si luego en verano no tienen
agua y no se puede llenar...
Pero el misterio mas grande que ronda mi cabeza es el siguiente. Señor o
señora de pueblo que se ha puesto malo o le acaban de operar. Todo el pueblo
acude en romería a ver al susodicho y todos le llevan envuelto en un papel de
periódico un bote de melocotón en almíbar. ¿Por qué? ¿Es para que le entierren
con el como hacían los egipcios? O igual la gente piensa, hombre de aquí a diez
años que caduca ya te lo habrás podido comer.
No puedo concluir mi blog sin hacer mención a otro punto a destacar del
mundo rural, los piropos, la elegancia hecha poema:
- ¡Eres mas guapa que un remolque recién pintao!
- ¡Eso si es un culo y no lo que le quita mi madre a los tomates!
- ¿Arrejuntamos los meos moza?
- ¡Estas mas güena que un barbecho con dos vueltas de vertederas bien das!
- ¡Guapetona, si te tiras un peo te lo bailo!
- ¡Te comía entera y me cosía el culo para no cagarte!
- ¡Sería capaz de tirarme a tu perro pa' entrar en tu familia!
- ¡Menudo traje de saliva te hacía!
- ¡Con ese culo te invito a cagar en mi casa!
- ¡Con esas tetas y un caldero de buena gana me hacia lechero!
- ¡Estas tan rebuena que te comía con ropa y to, aunque estuviese un mes
cagando trapos!
¡Qué grandes!
Hubo un tiempo en que se vivió un grandísimo éxodo rural, y tal y como se
están poniendo las cosas acabaremos todos volviendo a los pueblos, de eso no me
cabe la menor duda.
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